Pongamos una cara feliz, al menos para empezar nuestra reseña de “Joker: Folie à Deux” (“Guasón 2: Folie à Deux”).
Si hay algo innegablemente convincente tanto en la divisiva original de 2019 de Todd Phillips como en su secuela recientemente estrenada, es que estas películas son mejores cuando bailan. La primera película podría haber sido un intento confuso de adaptar un realismo de los años 1970 al estilo de “Taxi Driver” en una historia de origen del Joker, pero, vaya, cuando Joaquin Phoenix está alerta, es difícil mirar hacia otro lado.
Sólo la imagen de Phoenix demacrado y ataviado con un traje rojo, con su cabello verde peinado hacia atrás, fue suficiente para inyectarle vida a “Joker”. El papel le dio a Phoenix, un actor de cuerpo entero, un lienzo en el cual desatar torrentes de movimiento, alternando entre la contención herida y la liberación extravagante, en un género de cómic que suele dejar a los intérpretes paralizados por sus ceñidos trajes de superhéroe.
Es casi igual de cautivador en “Joker: Folie à Deux”, un musical que sigue de cerca los eventos de la primera película cuando Arthur Fleck (Phoenix) está encarcelado y va a juicio por los asesinatos que ocurrieron en la culminación de “Joker”. Incluso la forma en que Phoenix fuma teatralmente como Arthur, lo que hace bastante en “Folie à Deux”, muestra cuánto se deleita con el aspecto físico del personaje.
Pero cualquier sensación de impulso hacia adelante se desvanece en “Joker: Folie à Deux”, que se estrena en cines el jueves. Phillips ha seguido su versión muy anti-héroe del Joker con una secuela muy anti-secuela. Combina drama carcelario, thriller judicial y musical, y sin embargo resulta notablemente inerte dado lo combustible que era la original. Si “Joker”, que algunos afirmaron que simpatizaba con el tipo de atacantes con armas de fuego que pueblan nuestro mundo real, provocó un debate, “Folie à Deux” es una réplica consciente a toda esa discusión, dedicando gran parte de su tiempo a interrogar las acciones de Arthur de la última película.
Eso la convierte en una película teóricamente interesante, pero curiosamente aburrida, sobre todo teniendo en cuenta que es protagonizada por dos intérpretes tan increíblemente vistosos con Phoenix y Lady Gaga, quien interpreta a una compañera de prisión, Lee Quinzel, enamorada del Joker. Phillips merece crédito por subvertir las expectativas. La mayoría de los directores dejarían a Arthur libre para una secuela repleta de violencia y caos, no para secuencias de canciones y bailes de Burt Bacharach. Pero por loables que sean las intenciones de “Folie à Deux”, se siente reflexiva y tediosamente atrapada en el pasado.
”¿Nos cuentas un chiste?”, pregunta un guardia del Hospital Estatal de Arkham (Brendan Gleeson, de vuelta dentro de una cárcel después de “Paddington 2”) mientras sacan a Arthur de su celda. Aparentemente ahora está aún más delgado, sus omóplatos sobresalen. Una mirada muestra también que ya no tiene chistes, claramente ha vuelto a la depresión en la que vivía Arthur.
Esa interacción, y otras que siguen, continúa con algunos de los temas de “Joker”, que imaginaba a Arthur y la manía que brota de él como el producto deformado de un mundo urbano cruel y una red de seguridad social fallida. Arthur ahora se dirige a la pena de muerte o a la cadena perpetua, es sólo cuestión de si su abogada (Catherine Keener) puede convencer al jurado de que sufre del síndrome de doble personalidad.
Una vez más, se nos pide que consideremos y sopesemos cómo Arthur es tratado por quienes lo rodean, incluidos los guardias que a veces se burlan de él, aquellos que le piden un autógrafo o quienes le muestran un poco de compasión. El fiscal de distrito de Gotham City (Ciudad Gótica), Harvey Dent (Harry Lawtey), cree que debería morir por matar a cinco, incluido el presentador de un programa de entrevistas nocturno Murray Franklin en vivo. ¿Merece Arthur nuestra simpatía? “Folie à Deux” es un poco como el final de “Seinfeld”: un refrito moral, de la sala del tribunal.
Las multitudes fuera del juzgado no claman por Arthur, sino por el Joker, a quien consideran un mártir anarquista. Anhelan entretenimiento, y Arthur, o el Joker, está tentado de dárselo. Un experto en psicología afirma que la enfermedad mental de Arthur es “solo un espectáculo”. En muchos sentidos, incluida una caricatura falsa de los Looney Tunes que abre la película, “Folie à Deux” continúa el interés de la primera película en considerar y satirizar qué es lo que buscamos en el entretenimiento. ¿Queremos la historia “real” de Arthur o la fantasía del Joker?
Sin embargo, no estoy seguro de que “Folie à Deux” siempre logre captar con éxito el deseo del público. Lo que más quería de “Folie à Deux” era que dejara de jugar con los conceptos de sus personajes y que les permitiera respirar un poco más por sí mismos. No es de extrañar que la película funcione mejor cuando Arthur y Lee se encuentran. Esta es la primera vez que Arthur se sonroja con el amor que le ha hecho falta (“Ella me entiende”, dice), pero su conexión también puede tener más que ver con la fantasía. Su tiempo juntos es en realidad limitado pero, en la imaginación de Arthur, sus emociones se disparan en canciones, en su mayoría viejas (“Get Happy”, “For Once in My Life”, “That’s Life”), cantan tiernamente el uno al otro.
Estos interludios musicales se liberan de una narrativa bastante sombría y elaborada, ya que un sistema legal y penal que no sabe cómo manejar el dolor de Arthur, o que es un reflejo de su fracaso, ayuda a convertirlo de nuevo en el Joker. Una vez que el Joker emerge por completo, el Fleck de Phoenix está visiblemente horrorizado por lo que ha hecho.
Toda esta lucha con “The Joker” hace de “Folie à Deux” una película impresionantemente poco parecida a una película de superhéroes, y una negación deliberada de las expectativas de la audiencia. No es de extrañar que “Folie à Deux” se originara en el concepto de un espectáculo escénico. Está atascada en un solo lugar, sólo con las deslumbrantes contorsiones de Phoenix para maravillarse.
“Joker: Folie à Deux”, un estreno de Warner Bros., tiene una clasificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por su fuerte violencia, diálogos, escenas sexuales y breves desnudos completos. Duración: 139 minutos. Dos estrellas de cuatro.